Ilusión y esperanza
¡Cuan emocionante es esperar la llegada del día de Navidad! Para los niños es una ilusión, pero no importa la edad, parece que la Navidad trae una esperanza que tiene un efecto alentador sobre todos.
Sabemos muy bien que no siempre recibimos todo lo que esperamos, y esto genera frustraciones. Nos frustramos:
- En la niñez, al no recibir el regalo que esperábamos
- En el matrimonio, por expectativas no cumplidas
- Con nuestros hijos, cuando ignoran nuestros consejos
- Como empleados, al no recibir el aumento esperado luego de haber dado lo mejor
- Como pacientes, por la falta de un tratamiento efectivo
- Con la humanidad, por las guerras, injusticias, pobreza, falta de empatía y en general, la falta de amor.
Parece que recibimos frustraciones en todas las facetas de nuestras vidas. Inclusive, nos frustramos con Dios cuando Él no hace lo que nosotros esperamos.
Así como la Muerte y la Destrucción nunca se sacian, el deseo del hombre nunca queda satisfecho. – Proverbios 27:20
¿Será que estamos viviendo una ilusión? Esta bien que un niño tenga expectativas irreales, pues ellos no tienen conocimiento de todas las circunstancias. Pero, ¿qué de nuestras expectativas? Vivimos en un mundo afectado por las consecuencias del pecado. No podemos dar lo que no tenemos.
¿Y qué sobre nuestras expectativas acerca de Dios? ¿Son realmente expectativas o simplemente ilusiones no fundamentadas en Su palabra? ¿Podemos acusarle por incumplir promesas que Él no hizo?
Si alguien ha fallado en cumplir expectativas, esos somos nosotros. Sin embargo, Dios no nos trata como nos merecemos. En Su amor, Dios envió a Su hijo para que tomara nuestro lugar, pagando el justo precio por nuestros pecados: manteniendo viva la esperanza de nuestra reconciliación con Dios.
La ilusión verdadera comienza con el nacimiento de Jesús y se fundamenta en Su sacrificio en la cruz. Por lo tanto, podemos esperar con certeza sabiendo que en Su tiempo Dios finalmente liberará a la creación de toda corrupción y muerte (Romanos 8:18-22).
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